Respetable Logia Simbólica

Gustavo Campos Carpizo núm. 33

El Orador Masónico
El Orador Masónico

“Si eres capaz, de escuchar las palabras que has dicho, ser tergiversadas por bribones para engañar a los bobos sin perder la calma… Si eres capaz de contemplar tu obra destruida y comenzar de nuevo sin reproches… Tuya es la tierra y lo que hay en ella y aún más… serás un hombre”.

Rudyarl Kipling (fragmento del poema sí).

Uno de los cargos más fascinantes de la Logia Masónica, sin duda es el de Orador. La importancia que tiene este cargo u oficio en el desarrollo del ritual es verdad sabida entre todos los masones.

No obstante, lo anterior existen muchos aspectos del cargo de Orador que no suelen ser conocidos, por la mayoría de los Hermanos por lo que, en este trabajo, nos proponemos compartir los que nos han parecido más relevantes, en opción a contribuir en el conocimiento de este oficio en su sentido masónico, con la intención de que nuestros Hermanos, obtengan más materiales para ejercer este importante cargo de un modo más efectivo.

Antecedentes

Los primeros iniciados que ejercieron el arte de la palabra y conocieron de su poder con relación a la enseñanza de la ciencia, pasaron por ser concebidos como verdaderos dioses que, en el pasado
remoto, brindaron instrucción a la humanidad, en los primeros pasos de la historia. 

Siendo llamados Bramines, Gimnosofistas y hasta Druidas, entre, muchos nombres 
variados, que recibieron según la cultura en que desarrollaron sus enseñanzas.

Fue en la Grecia antigua en donde se constituyeron los grandes Oradores, que 
pasarían a la historia, no solo por dominio exquisito de la palabra, sino también, por el gran contenido filosófico de sus discursos.

El Orador griego de dudosa ética, era capaz de defender hoy y acusar el día de 
mañana, pues a cambio de una retribución económica, le daba un uso perverso al arte de la palabra. A pesar de lo anterior, Grecia también conoció a Oradores filósofos como Platón, Aristóteles y Demóstenes para quienes la palabra no solo era instrumento de persuasión, sino también de educación. 

En la Roma antigua, el oficio de Orador fue ejercido, con el uso del título de 
tribuno, que hasta nuestros días se usa como sinónimo al de Orador Político o el que arenga al pueblo para demandar en su provecho. Tenemos en la historia de ese gran imperio el ejemplo de Cicerón y Quintiliano que ejercieron la oratoria y la elocuencia para la defensa jurídica en los tribunales de Roma, lo que daría origen a una variante que podemos reconocer como el Orador judicial o mejor dicho el abogado, cuya importancia es tan grande que podría ser materia de otro trabajo. 

En nuestra época, el orador y el tribuno sintetizan el trabajo cotidiano de los 
políticos que tiene la calidad formal de servidores públicos, lo que ha generado una serie de grandes oradores y discursos encantadores como la lengua de un ángel, pero malévolos en los actos que siguen a las palabras. 

La Masonería ha elevado el arte y la ciencia de la palabra, a un oficio o tarea 
especifica en la administración de su corporación más básica, es decir, la Logia. Nos referimos por supuesto al cargo de Orador, que en la Masonería adquiere características especiales, que vamos a analizar en el presente trabajo.

Conceptos

Acerca de la definición de Orador, el Diccionario Enciclopédico de la Masonería[i] apunta en su parte esencial:

“(En latín Orator, de Orare hablar). Antiguamente se daba este título a todo aquel que arengaba a la multitud, o que hablaba en público. Posteriormente se llamó así al que después de haber escrito o preparado un discurso, lo pronunciaba ante el pueblo. En la acepción más genuina y general de la palabra es el que sabe convencer, conmover y entusiasmar a sus oyentes”.


Se deduce de lo anterior que la labor del Orador se ejerce primordialmente ante un auditorio y se dirige a comunicar un mensaje con la finalidad de informar, persuadir, conmover o influenciar a un grupo de personas, denotando así que se trata, de un oficio de gran importancia y utilidad política.

Respecto del Orador Masón, el escritor Luis Umbert Santos en su obra Manual Ortodoxo del Orador Masón[i] dice de este lo siguiente:



La francmasonería da el nombre de Orador a uno de los cinco dignatarios de la Logia, que sigue a los Vigilantes en el orden jerárquico. En los grados simbólicos, se halla colocado al Oriente, a la izquierda del trono del Venerable y algo más abajo, de manera que venga a encontrarse a la cabeza de la columna del mediodía. El signo distintivo, o mejor dicho la joya de su cargo, es un libro abierto, que lleva pendiente de un collar, a de una cinta, al igual que los demás dignatarios”.

Es importante resaltar, la importancia que tiene el Orador Masón, ya que es un cargo que se coloca, como el primero de los oficiales de la Logia y que tiene funciones muy relevantes para el buen despacho de los trabajos.

La Masonería adopta y aplica el arte de la palabra,  no como un instrumento vil de simple persuasión, sino más bien como un medio de transmitir la enseñanza de su doctrina de conocimiento, por lo que el Orador Masón no solo se interesa en la elocuencia, que sin duda es una virtud deseable por su utilidad social, sino que también aspira a generar y compartir un contenido o discurso rico en saber y apegado a las condiciones mínimas que debe reunir en relación a la lógica, la claridad, la veracidad y la autenticidad del mensaje. La Masonería además de recomendarnos el arte de la palabra nos aconseja a aprender la ciencia de la palabra, mediante el estudio de la retórica, que como no debemos ignorar, es algo más que el embellecer las palabras, tratándose de una verdadera ciencia y técnica que implica las condiciones que ya mencionamos.

La retórica, es una de las artes liberales esenciales, para comunicar nuestros pensamientos y es por eso, que todo masón debe dedicarse a su estudio y practica para así cumplir con la finalidad ilustrativa de la Masonería.

Respecto de la retórica, el doctor Alberto G. Mackey en su obra Lexicón[i] apunta:

“El arte de embellecer el lenguaje con los ornamentos de la construcción, para permitir al hablante persuadir o afectar a sus oyentes. Supone y requiere un conocimiento adecuado del resto de las artes liberales; porque el primer paso para adornar un discurso es que el orador se familiarice completamente con su tema, y de ahí la antigua regla de que el orador debe estar familiarizado con todas las artes y ciencias. Se recomienda al masón en el grado de Compañero su importancia como rama de la educación libera”.

Luego entonces la retórica es la disciplina del Orador Masónico y un arte liberal en la que debe adiestrarse si desea ser digno del título de Maestro Masón y de todos aquellos títulos que imponen a todo miembro de la Masonería, el deber de caballero de ser algo más que un hombre profano.

Es de gran relevancia precisar, que en la Masonería el cargo de Orador puede adoptar diferentes nombres o denominaciones, según se trate del cuerpo y grado en donde se efectúen los trabajos. En este sentido el Diccionario Enciclopédico de la Masonería[ii] señala que:

“Sus títulos varían en algunos grados; así, en los colegios de los Grandes Escoceses de la bóveda sagrada de Jacobo VI, grado 14° del Rito Escoces Antiguo y Aceptado, su asiento se halla al sur, punto al altar de los sacrificios y se llama Abdamon, a quien representa; en el grado 15° (caballero de Oriente y Occidente ) se titula Esdras; en los capítulos de Noaquita o Caballero Prusiano, grado 21° es designado con la denominación de Caballero de la Elocuencia; en el consistorio de los Sublimes Príncipes del Real Secreto, grado 32°; del  mismo Rito es el Ministro de estado; al igual que en los Consejos de los Príncipes de Jerusalén, grado 80° del Escocismo reformado. En el grado 80° del Rito de Misraim, denominado Caos, se le da el nombre de Salamandra…”.

A la cita de Mackey antes referida, solo añadimos que el Orador recibe el título de Gran Orador para el caso de la Gran Logia, además en el grado 5° de Maestro perfecto del REAYA se le llama Fiscal y también existe el título de Tribuno u Orador para aludir al grado 20° del Rito Escoces Antiguo y Aceptado.

Requisitos para un buen Orador

Siendo respetuosos, de la teoría formal del Derecho Masónico, tenemos el deber de puntualizar que las Leyes Masónicas no demandan, requisitos especiales para poder ser y ocupar el sitio del Orador de la Logia Masónica. A pesar de lo anterior, las liturgias y doctrinas de la Masonería si aportan muchos elementos que deben reunirse para poder ser un buen Orador de la Logia.

Sin descartar las prevenciones litúrgicas, recomendamos a nuestros Hermanos su lectura profunda y nos abocaremos a precisar, algunas piezas de instrucción que consideramos aportan más luces sobre este importante cargo y oficio masónico.

En el Manual Ortodoxo del Orador Masón[i], analizando la naturaleza del oficio, Luis Umbert Santos expresa lo siguiente:


“Este es necesario que posea la ciencia masónica aún más que el Presidente, y no menos que éste, que posea la experiencia del mundo, de los hombres en general y de los usos particulares de nuestras sociedades. La cualidad más predominante en un buen Orador es sin disputa el buen criterio: éste es preferible a la elocuencia; esto en todo tiempo y lugar, es siempre una verdad, que no encontrara excepción en Masonería”.

Podemos deducir de la reflexión del Ilustre y Poderoso Hermano Luis Umbert Santos, que este autor apela a que el masón que quiera ejercer el cargo de Orador de la Logia, debe poseer un conocimiento más que aceptable de la ciencia masónica, así como también un saber profundo respecto de las leyes de la Orden y de las emanadas de los altos cuerpos, debe en opinión del autor mencionado, poseer experiencia masónica y mundana, que le permita no caer fácilmente en un escepticismo estéril o en una ingenuidad idealista en exceso. El buen criterio lo podemos interpretar como la virtud prudente de sopesar lo bueno y lo malo en todas las cuestiones que pone bajo su análisis sin caer o dejarse llevar por el apasionamiento emotivo o el arrebato sentimental. La virtud del punto medio que se encuentra a salvo del exceso y del defecto le permitirá no precipitarse a los extremos.

Por último, resaltamos que Luis Umbert Santos señala que este cargo de Orador requiere de una madurez masónica pero también mundana lo que nos lleva a la interrogante de cómo o que forma posee esta madurez para el caso de Masón. Esta duda que se genera a partir de la frase de Luis Umberto Santo tiene una respuesta un poco más clara en el Diccionario Enciclopédico de la Masonería[i] que al respecto enuncia:

“Un Orador sabio, en oposición a un Venerable despótico, es el hombre por excelencia: nómbrese, pues para este cargo a un hermano de edad madura, que píense y juzgue con sano criterio; que ame la regularidad y la justicia, que sepa fijarlas y mantenerlas; y elijase luego, por Orador adjunto, a un hermano en la fuerza de su juventud y de la energía de, 25 a 53 años, lleno de celo, de alma fogosa dotado de imaginación rica y brillante, de talento fácil y fecundo y que posea un corazón recto y generoso”.

De lo extractado con anticipación, podemos afirmar que el Diccionario Enciclopédico de la Masonería recomienda que el Orador titular de la Logia sea un hombre maduro mayor de 35 años y el Orador adjunto un joven maestro Mason, cuya edad oscile entre 25 y 35 años de vida. La obra mencionada explica con claridad las cualidades morales que atribuye a dichas alacedades que menciona, aunque por supuesto esto requiere de la mayor reflexión sin olvidar que toda preferencia entre los masones debe fundarse más en el mérito que en la edad personal, como lo dictan los antiguos cargos del Francmasón.

La ética del Orador

El Orador masónico, bien sea ejercido este cargo como un funcionario de la Logia o como un masón que aplica su esfuerzo a la retórica y a la elocuencia, tienen por virtud de ser un iniciado de la Masonería, el deber de Caballero de transmitir un mensaje y una actitud, distintas a las que emplean los Oradores en el mundo profano.

En la época en que vivimos al comienzo del siglo XXI podemos ver como coexisten la divulgación del conocimiento de modo gratuito en la mayoría de los casos, con la proliferación del engaño, de la mentira y la manipulación para sorprender la buena fe de los menos instruidos.

El masón no debe colaborar con la distribución y validación, de las mentiras, la información sesgada y toda forma de mensaje cuya naturaleza sea transmitir división y barreras entre los seres humanos, así como la proclamación del odio y todo genero de emociones negativas, que busquen y pretendan esclavizar e impedir que los seres humanos desarrollen su potencial en un ambiente de libertad, de igualdad y fraternidad.

Siendo la Masonería un sistema de moral, velado en alegorías e ilustrados por símbolos el discurso de la Masonería es imperiosamente moral y así debe serlo también los discursos de los masones quienes, al ejercer el arte y ciencia de la retórica y la elocuencia, tienen la responsabilidad de apegar su mensaje a la doctrina filosófica de la Masonería, que no es otra más que una doctrina de libertad, igualdad, adversaria de todo régimen despótico y de todos los privilegios injustos.

Decálogo del Orador

A continuación, analizaremos y compartiremos una serie de normas morales que bien pueden aplicarse a todo discurso masónico y a la actitud y conducta de todo Orador Masón. Proponemos pues las siguientes reflexiones, como palancas de apoyo a todos los Hermanos que deseen ejercer la retórica masónica en el sentido más apegado a las tradiciones, usos y costumbres de nuestras Logias.

1.     El Orador Masón, tiene el deber de ilustrarse y cultivar el estudio de la literatura clásica y de la de mayor vanguardia en materia de bellas artes y ciencias, para que su discurso tenga contenido verdadero y no sea solo palabrería vana que encanta solo al oído, pero que no aporta nada significativo a su auditorio.

2.     El Orador Masón debe practicar ejercicios físicos y mentales que estimulen y fortalezcan su memoria, su inteligencia, la imaginación y la fluidez de su lenguaje. Debe practicar diariamente ante un grupo pequeño o frente al espejo distintas posturas, tonalidades de su voz a fin de conocer y comprender donde se encuentran sus fortalezas y sus debilidades en su expresión oral y también en la no verbal.

3.     El Orador Masón debe dirigir su mensaje de modo que en un primer movimiento o fase capture la emoción del receptor o del auditorio, para después pasar a la persuasión del pensamiento de su auditorio. El respeto al auditorio es un requisito indispensable para todo Orador Masón, aunque dicho Orador debe adiestrarse en conmover y persuadir para así influir positivamente en su auditorio.

4.     El Orador Masón debe explicar cada idea compleja, con ejemplos que sean fáciles de comprender, dando mayor tiempo a las ideas complejas y menos tiempo a las fáciles o sencillas, empleando un lenguaje formal pero amistoso.

5.     El Orador Masón debe construir su credibilidad, con estudio y trabajo a favor de todos a quien da el ejemplo todo el mundo le seguirá, pero quien dice una cosa y hace otra, muy pronto se le conocerá. Evitar las contradicciones en el discurso inicia por cumplir con los deberes propios y apoyar en la medida de lo posible a otros para que también cumplan sus deberes.

6.     El Orador Masón no debe incurrir en el error de aludir a su auditorio y sacrificar la honestidad de su discurso, siempre hay manera de decir la verdad, aun cuando esta no sea popular o preferida por sus oyentes. He aquí un punto crucial en que se separa el Orador Masón de toda oratoria profana con algún signo de degradación política y ética.

7.     El Orador Masón debe estructurar su discurso en apego a una lógica que organice con claridad sus ideas, partiendo de los antecedentes a los hechos, de allí a sus argumentos para después ofrece sus conclusiones.

8.     El Orador Masón debe abstenerse de caer en el error de pretender ser aludado dando las gracias para a cambio recibir un aplauso fácil que alaba el ego pero que no le retribuye ningún tipo de aprendizaje, el mayor elogio a un trabajo masónico consiste en recibir análisis y el comentario asertivo de todos los Hermanos que en vez de felicitar, han de enriquecer el contenido del discurso con mayor aporte cultural, o sea el pago del salario.

9.     El Orador Masón no debe olvidar jamás que la finalidad de su discurso es transmitir conocimiento y ayudar al aprendizaje de todo, es decir se trata de persuadir para aprender y compartir.

10. Por último, el Orador Masón debe tener claro que un discurso en su verdadera acepción no debe ser leído en tribuna, sino más bien expresado de la manera más fluida que sea posible para el Orador, de modo que el arte de la oratoria y de la retórica usen de la memoria para alcanzar el desarrollo del propio pensamiento y el de los demás.

Consejos

El ejercicio de las facultades mentales, que el masón aprendió en el grado de compañero, requiere de una disciplina que vaya más allá de estructurar correctamente sus ideas lo cual tiene una importancia en si que reconocemos y destacamos, pero que en nuestra opinión va en segundo plano siguiendo los pasos de la ética, o sea, de la moral masónica.

La disciplina del pensamiento bien estructurado y sin contradicciones, es una meta a la que debe aspirar el Orador masónico. La lógica nos aporta coherencia y claridad de ideas, así como también la capacidad de ser concretos y precisos en el mensaje que deseamos trasmitir, pero, aunque esto es deseable, es difícil de alcanzar bien sea por factores naturales o por una falta de adiestramiento adecuado.

Como primer paso el Orador masónico debe eliminar dentro de si y debilitar, todos aquellos prejuicios, etiquetas negativas y sentimientos y percepciones auto degradantes, que solo menoscaban la autoestima y afianzan en nuestra mente expresiones tales como “yo no sé nada”, “yo no puedo hacer nada, “yo no me merezco esto o aquello”, “somos pobres o incapaces de”, “no vale la pena intentarlo”, etc. El estado necesario para ejercer la palabra es aprender la gestión positiva de nuestras emociones y siempre afianzar en nuestra mente la frase “yo puedo”.

A continuación, el siguiente paso en nuestra marcha para el aprendizaje del arte y ciencia de la palabra del Orador masónico, es el cultivo de la lectura profunda, critica y reflexiva, o sea, la consulta constante de diversas obras sobre los temas que sean de nuestro agrado e interés en la mira de ir aprendiendo cada vez más e ilustrando nuestro intelecto y alma. En este apartado coincidimos con el ilustre y poderoso hermano Bruna Nagel Vallejo, quien en su Enciclopedia de la Masonería Universal[i], analiza como la lectura es parte importante del pensar bien de todo Tribuno u Orador masónico, en donde también recomienda una lectura amplia que abarque todo genero literario, descartando modas y programas de televisión cuyo fin solo sea la diversión y el apartarnos de la realidad.

La labor del Orador masónico requiere también de un aislamiento reflexivo, que le permita liberarse de los estímulos externos a su mente y concentrarse en su propia reflexión sobre un tema, dada la magnitud de este esfuerzo y para no permitir la fuga u olvido de ideas, es recomendable que anote por escrito sus pensamientos, distinga los argumentos y datos en pro y en contra y después escriba un resumen a manera de conclusión, en donde sintetice la parte medular de la propuesta de su discurso.

El poder sobre nuestros pensamientos radica en gran parte en el percibir el aquí  y el ahora, significa tener una lectura clara de los que sucede a nuestro alrededor sin permitir a lo exterior romper nuestra objetividad y manipular nuestras emociones, disfrutar de todos los momentos de la vida y aprender de todas las experiencias, sean estas positivas o negativas, de tal forma que apliquemos nuestra reflexión a todo el devenir de nuestra existencia de tal modo que genere saber, saber hacer y saber ser.

En seguida el cultivo de la lectura debe mantener presente que los libros son nuestros aliados, pero que su lectura no debe ser dogmática, sino que a la par de la lectura debemos esforzarnos en comprender el mensaje del autor, en relación con la época en la que creo su obra, y al mismo tiempo ir generando un juicio critico que genere un aprendizaje libre del dogmatismo y que brinde libertad a nuestro pensamiento. El mensaje de todo autor puede llegar vetusto y anacrónico en sus formas, pero cuando se trata de valores, virtudes y de la verdad podemos encontrarnos con el hecho de que lo que es correcto persiste y lo que es falso también lo hace, pero es puesto en entre dicho.

El aumento de nuestro habito de lectura, implica un enriquecimiento de nuestro vocabulario y hará más poderoso nuestro pensamiento sin olvidar que siempre estaremos en búsqueda de libertad, inclusive más allá de nuestros propios pensamientos. Con esto queremos decir que la búsqueda de libertad es un anhelo del Orador masónico y compañero inseparable de la finalidad de aprender y enseñar al mismo tiempo.

Todo lo anterior tiene como meta el auxiliar a todos los masones para que inicien su aprendizaje del arte y ciencia de la oratoria masónica, no solo como un cargo de la Logia, sino también como un oficio permanente que todo masón debe ejercer, porque es una actividad masónica en toda la extensión de su naturaleza, o sea, aprender a enseñar y enseñar aprendiendo.



[i] Pág.74, Nagel, Vallejo, Bruno, Enciclopedia de la Masonería Universal, Editorial Supremo Consejo de México, Tomo V, México, 1998.

Conclusiones

El arte y ciencia del discurso masónico es una disciplina que no se limita a la elocuencia, sino que, se apega más a la argumentación filosófica tanto por su ética tanto por su lógica.

Todo masón debe adiestrarse desde muy joven en cultivar el estudio y habito de la lectura, para poder adiestrarse en la comunicación clara y concisa de sus ideas, sin sacrificar la veracidad y autenticidad del mismo.

La finalidad del Orador masón es sin duda difundir el conocimiento, esclarecer y dejar claro la misión filantrópica de la ilustración masónica a toda la humanidad sin distingo.

El discurso masónico debe ser liberador, ilustrativo y no dogmático, debe incentivar y afianzar en todos los masones no solo el deseo de aprender, sino también, el sentimiento de que todos podemos aprender.

Fraternalmente.

M:.L:.O:. Francisco J. Bocanegra Guzmán.

[1] Pág. 952, Frau, Abrines, Lorenzo y Arús Rosendo, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Editorial del Valle de México, Tomo II, México, 1976.

[1] Pág. 7, Umber, Santos, Luis, Manual Ortodoxo del Orador Masón, Editorial Pax, México, 1988.

[1] Pág. 290, Mackey, G., Albert, Lexicón de Masonería, Edición Digital, 1860.

[1] Opus cit. Pág. 955.

[1] Opus cit. Pág. 10.

[1] Opus cit. Pág. 956.

[1] Pág.74, Nagel, Vallejo, Bruno, Enciclopedia de la Masonería Universal, Editorial Supremo Consejo de México, Tomo V, México, 1998.