“Si
eres capaz, de escuchar las palabras que has dicho, ser tergiversadas por
bribones para engañar a los bobos sin perder la calma… Si eres capaz de
contemplar tu obra destruida y comenzar de nuevo sin reproches… Tuya es la
tierra y lo que hay en ella y aún más… serás un hombre”.
Rudyarl
Kipling (fragmento del poema sí).
Uno de los cargos más fascinantes de la
Logia Masónica, sin duda es el de Orador. La importancia que tiene este cargo u
oficio en el desarrollo del ritual es verdad sabida entre todos los masones.
No obstante, lo anterior existen muchos
aspectos del cargo de Orador que no suelen ser conocidos, por la mayoría de los
Hermanos por lo que, en este trabajo, nos proponemos compartir los que nos han
parecido más relevantes, en opción a contribuir en el conocimiento de este
oficio en su sentido masónico, con la intención de que nuestros Hermanos,
obtengan más materiales para ejercer este importante cargo de un modo más
efectivo.
Los primeros iniciados que ejercieron el arte de la palabra y conocieron de su poder con relación a la enseñanza de la ciencia, pasaron por ser concebidos como verdaderos dioses que, en el pasado
remoto, brindaron instrucción a la humanidad, en los primeros pasos de la historia.
Siendo llamados Bramines, Gimnosofistas y hasta Druidas, entre, muchos nombres variados, que recibieron según la cultura en que desarrollaron sus enseñanzas.
Fue en la Grecia antigua en donde se constituyeron los grandes Oradores, que pasarían a la historia, no solo por dominio exquisito de la palabra, sino también, por el gran contenido filosófico de sus discursos.
El Orador griego de dudosa ética, era capaz de defender hoy y acusar el día de mañana, pues a cambio de una retribución económica, le daba un uso perverso al arte de la palabra. A pesar de lo anterior, Grecia también conoció a Oradores filósofos como Platón, Aristóteles y Demóstenes para quienes la palabra no solo era instrumento de persuasión, sino también de educación.
En la Roma antigua, el oficio de Orador fue ejercido, con el uso del título de tribuno, que hasta nuestros días se usa como sinónimo al de Orador Político o el que arenga al pueblo para demandar en su provecho. Tenemos en la historia de ese gran imperio el ejemplo de Cicerón y Quintiliano que ejercieron la oratoria y la elocuencia para la defensa jurídica en los tribunales de Roma, lo que daría origen a una variante que podemos reconocer como el Orador judicial o mejor dicho el abogado, cuya importancia es tan grande que podría ser materia de otro trabajo.
En nuestra época, el orador y el tribuno sintetizan el trabajo cotidiano de los políticos que tiene la calidad formal de servidores públicos, lo que ha generado una serie de grandes oradores y discursos encantadores como la lengua de un ángel, pero malévolos en los actos que siguen a las palabras.
La Masonería ha elevado el arte y la ciencia de la palabra, a un oficio o tarea especifica en la administración de su corporación más básica, es decir, la Logia. Nos referimos por supuesto al cargo de Orador, que en la Masonería adquiere características especiales, que vamos a analizar en el presente trabajo.
Acerca
de la definición de Orador, el Diccionario Enciclopédico de la Masonería[i] apunta en su parte
esencial:
“(En
latín Orator, de Orare hablar). Antiguamente se daba este título a todo aquel
que arengaba a la multitud, o que hablaba en público. Posteriormente se llamó
así al que después de haber escrito o preparado un discurso, lo pronunciaba
ante el pueblo. En la acepción más genuina y general de la palabra es el que
sabe convencer, conmover y entusiasmar a sus oyentes”.
Se
deduce de lo anterior que la labor del Orador se ejerce primordialmente ante un
auditorio y se dirige a comunicar un mensaje con la finalidad de informar,
persuadir, conmover o influenciar a un grupo de personas, denotando así que se
trata, de un oficio de gran importancia y utilidad política.
Respecto
del Orador Masón, el escritor Luis Umbert Santos en su obra Manual Ortodoxo del
Orador Masón[i] dice de este lo siguiente:
“La
francmasonería da el nombre de Orador a uno de los cinco dignatarios de la
Logia, que sigue a los Vigilantes en el orden jerárquico. En los grados
simbólicos, se halla colocado al Oriente, a la izquierda del trono del
Venerable y algo más abajo, de manera que venga a encontrarse a la cabeza de la
columna del mediodía. El signo distintivo, o mejor dicho la joya de su cargo,
es un libro abierto, que lleva pendiente de un collar, a de una cinta, al igual
que los demás dignatarios”.
Es
importante resaltar, la importancia que tiene el Orador Masón, ya que es un
cargo que se coloca, como el primero de los oficiales de la Logia y que tiene
funciones muy relevantes para el buen despacho de los trabajos.
La
Masonería adopta y aplica el arte de la palabra, no como un instrumento vil de simple
persuasión, sino más bien como un medio de transmitir la enseñanza de su
doctrina de conocimiento, por lo que el Orador Masón no solo se interesa en la
elocuencia, que sin duda es una virtud deseable por su utilidad social, sino
que también aspira a generar y compartir un contenido o discurso rico en saber
y apegado a las condiciones mínimas que debe reunir en relación a la lógica, la
claridad, la veracidad y la autenticidad del mensaje. La Masonería además de
recomendarnos el arte de la palabra nos aconseja a aprender la ciencia de la
palabra, mediante el estudio de la retórica, que como no debemos ignorar, es
algo más que el embellecer las palabras, tratándose de una verdadera ciencia y
técnica que implica las condiciones que ya mencionamos.
La
retórica, es una de las artes liberales esenciales, para comunicar nuestros
pensamientos y es por eso, que todo masón debe dedicarse a su estudio y
practica para así cumplir con la finalidad ilustrativa de la Masonería.
Respecto
de la retórica, el doctor Alberto G. Mackey en su obra Lexicón[i] apunta:
“El
arte de embellecer el lenguaje con los ornamentos de la construcción, para
permitir al hablante persuadir o afectar a sus oyentes. Supone y requiere un
conocimiento adecuado del resto de las artes liberales; porque el primer paso
para adornar un discurso es que el orador se familiarice completamente con su
tema, y de ahí la antigua regla de que el orador debe estar familiarizado con
todas las artes y ciencias. Se recomienda al masón en el grado de Compañero su
importancia como rama de la educación libera”.
Luego
entonces la retórica es la disciplina del Orador Masónico y un arte liberal en
la que debe adiestrarse si desea ser digno del título de Maestro Masón y de
todos aquellos títulos que imponen a todo miembro de la Masonería, el deber de
caballero de ser algo más que un hombre profano.
Es
de gran relevancia precisar, que en la Masonería el cargo de Orador puede
adoptar diferentes nombres o denominaciones, según se trate del cuerpo y grado
en donde se efectúen los trabajos. En este sentido el Diccionario Enciclopédico
de la Masonería[ii] señala que:
“Sus
títulos varían en algunos grados; así, en los colegios de los Grandes Escoceses
de la bóveda sagrada de Jacobo VI, grado 14° del Rito Escoces Antiguo y
Aceptado, su asiento se halla al sur, punto al altar de los sacrificios y se
llama Abdamon, a quien representa; en el grado 15° (caballero de Oriente y
Occidente ) se titula Esdras; en los capítulos de Noaquita o Caballero
Prusiano, grado 21° es designado con la denominación de Caballero de la
Elocuencia; en el consistorio de los Sublimes Príncipes del Real Secreto, grado
32°; del mismo Rito es el Ministro de
estado; al igual que en los Consejos de los Príncipes de Jerusalén, grado 80°
del Escocismo reformado. En el grado 80° del Rito de Misraim, denominado Caos, se
le da el nombre de Salamandra…”.
A la cita de Mackey antes referida, solo añadimos que el Orador recibe el título de Gran Orador para el caso de la Gran Logia, además en el grado 5° de Maestro perfecto del REAYA se le llama Fiscal y también existe el título de Tribuno u Orador para aludir al grado 20° del Rito Escoces Antiguo y Aceptado.
Siendo
respetuosos, de la teoría formal del Derecho Masónico, tenemos el deber de
puntualizar que las Leyes Masónicas no demandan, requisitos especiales para
poder ser y ocupar el sitio del Orador de la Logia Masónica. A pesar de lo
anterior, las liturgias y doctrinas de la Masonería si aportan muchos elementos
que deben reunirse para poder ser un buen Orador de la Logia.
Sin
descartar las prevenciones litúrgicas, recomendamos a nuestros Hermanos su
lectura profunda y nos abocaremos a precisar, algunas piezas de instrucción que
consideramos aportan más luces sobre este importante cargo y oficio masónico.
En
el Manual Ortodoxo del Orador Masón[i], analizando la naturaleza
del oficio, Luis Umbert Santos expresa lo siguiente:
“Este
es necesario que posea la ciencia masónica aún más que el Presidente, y no
menos que éste, que posea la experiencia del mundo, de los hombres en general y
de los usos particulares de nuestras sociedades. La cualidad más predominante
en un buen Orador es sin disputa el buen criterio: éste es preferible a
la elocuencia; esto en todo tiempo y lugar, es siempre una verdad, que no
encontrara excepción en Masonería”.
Podemos
deducir de la reflexión del Ilustre y Poderoso Hermano Luis Umbert Santos, que
este autor apela a que el masón que quiera ejercer el cargo de Orador de la
Logia, debe poseer un conocimiento más que aceptable de la ciencia masónica,
así como también un saber profundo respecto de las leyes de la Orden y de las
emanadas de los altos cuerpos, debe en opinión del autor mencionado, poseer
experiencia masónica y mundana, que le permita no caer fácilmente en un
escepticismo estéril o en una ingenuidad idealista en exceso. El buen criterio
lo podemos interpretar como la virtud prudente de sopesar lo bueno y lo malo en
todas las cuestiones que pone bajo su análisis sin caer o dejarse llevar por el
apasionamiento emotivo o el arrebato sentimental. La virtud del punto medio que
se encuentra a salvo del exceso y del defecto le permitirá no precipitarse a
los extremos.
Por
último, resaltamos que Luis Umbert Santos señala que este cargo de Orador
requiere de una madurez masónica pero también mundana lo que nos lleva a la
interrogante de cómo o que forma posee esta madurez para el caso de Masón. Esta
duda que se genera a partir de la frase de Luis Umberto Santo tiene una
respuesta un poco más clara en el Diccionario Enciclopédico de la Masonería[i] que al respecto enuncia:
“Un
Orador sabio, en oposición a un Venerable despótico, es el hombre por
excelencia: nómbrese, pues para este cargo a un hermano de edad madura, que
píense y juzgue con sano criterio; que ame la regularidad y la justicia, que
sepa fijarlas y mantenerlas; y elijase luego, por Orador adjunto, a un hermano
en la fuerza de su juventud y de la energía de, 25 a 53 años, lleno de celo, de
alma fogosa dotado de imaginación rica y brillante, de talento fácil y fecundo
y que posea un corazón recto y generoso”.
De lo extractado con anticipación, podemos afirmar que el Diccionario Enciclopédico de la Masonería recomienda que el Orador titular de la Logia sea un hombre maduro mayor de 35 años y el Orador adjunto un joven maestro Mason, cuya edad oscile entre 25 y 35 años de vida. La obra mencionada explica con claridad las cualidades morales que atribuye a dichas alacedades que menciona, aunque por supuesto esto requiere de la mayor reflexión sin olvidar que toda preferencia entre los masones debe fundarse más en el mérito que en la edad personal, como lo dictan los antiguos cargos del Francmasón.
El
Orador masónico, bien sea ejercido este cargo como un funcionario de la Logia o
como un masón que aplica su esfuerzo a la retórica y a la elocuencia, tienen
por virtud de ser un iniciado de la Masonería, el deber de Caballero de
transmitir un mensaje y una actitud, distintas a las que emplean los Oradores
en el mundo profano.
En
la época en que vivimos al comienzo del siglo XXI podemos ver como coexisten la
divulgación del conocimiento de modo gratuito en la mayoría de los casos, con
la proliferación del engaño, de la mentira y la manipulación para sorprender la
buena fe de los menos instruidos.
El
masón no debe colaborar con la distribución y validación, de las mentiras, la
información sesgada y toda forma de mensaje cuya naturaleza sea transmitir
división y barreras entre los seres humanos, así como la proclamación del odio
y todo genero de emociones negativas, que busquen y pretendan esclavizar e
impedir que los seres humanos desarrollen su potencial en un ambiente de
libertad, de igualdad y fraternidad.
Siendo la Masonería un sistema de moral, velado en alegorías e ilustrados por símbolos el discurso de la Masonería es imperiosamente moral y así debe serlo también los discursos de los masones quienes, al ejercer el arte y ciencia de la retórica y la elocuencia, tienen la responsabilidad de apegar su mensaje a la doctrina filosófica de la Masonería, que no es otra más que una doctrina de libertad, igualdad, adversaria de todo régimen despótico y de todos los privilegios injustos.
A continuación, analizaremos y compartiremos una serie de normas morales que bien pueden aplicarse a todo discurso masónico y a la actitud y conducta de todo Orador Masón. Proponemos pues las siguientes reflexiones, como palancas de apoyo a todos los Hermanos que deseen ejercer la retórica masónica en el sentido más apegado a las tradiciones, usos y costumbres de nuestras Logias.
1. El
Orador Masón, tiene el deber de ilustrarse y cultivar el estudio de la
literatura clásica y de la de mayor vanguardia en materia de bellas artes y
ciencias, para que su discurso tenga contenido verdadero y no sea solo
palabrería vana que encanta solo al oído, pero que no aporta nada significativo
a su auditorio.
2. El
Orador Masón debe practicar ejercicios físicos y mentales que estimulen y
fortalezcan su memoria, su inteligencia, la imaginación y la fluidez de su
lenguaje. Debe practicar diariamente ante un grupo pequeño o frente al espejo
distintas posturas, tonalidades de su voz a fin de conocer y comprender donde
se encuentran sus fortalezas y sus debilidades en su expresión oral y también
en la no verbal.
3. El
Orador Masón debe dirigir su mensaje de modo que en un primer movimiento o fase
capture la emoción del receptor o del auditorio, para después pasar a la
persuasión del pensamiento de su auditorio. El respeto al auditorio es un
requisito indispensable para todo Orador Masón, aunque dicho Orador debe
adiestrarse en conmover y persuadir para así influir positivamente en su
auditorio.
4. El
Orador Masón debe explicar cada idea compleja, con ejemplos que sean fáciles de
comprender, dando mayor tiempo a las ideas complejas y menos tiempo a las
fáciles o sencillas, empleando un lenguaje formal pero amistoso.
5. El
Orador Masón debe construir su credibilidad, con estudio y trabajo a favor de
todos a quien da el ejemplo todo el mundo le seguirá, pero quien dice una cosa
y hace otra, muy pronto se le conocerá. Evitar las contradicciones en el
discurso inicia por cumplir con los deberes propios y apoyar en la medida de lo
posible a otros para que también cumplan sus deberes.
6. El
Orador Masón no debe incurrir en el error de aludir a su auditorio y sacrificar
la honestidad de su discurso, siempre hay manera de decir la verdad, aun cuando
esta no sea popular o preferida por sus oyentes. He aquí un punto crucial en
que se separa el Orador Masón de toda oratoria profana con algún signo de
degradación política y ética.
7. El
Orador Masón debe estructurar su discurso en apego a una lógica que organice
con claridad sus ideas, partiendo de los antecedentes a los hechos, de allí a
sus argumentos para después ofrece sus conclusiones.
8. El
Orador Masón debe abstenerse de caer en el error de pretender ser aludado dando
las gracias para a cambio recibir un aplauso fácil que alaba el ego pero que no
le retribuye ningún tipo de aprendizaje, el mayor elogio a un trabajo masónico
consiste en recibir análisis y el comentario asertivo de todos los Hermanos que
en vez de felicitar, han de enriquecer el contenido del discurso con mayor
aporte cultural, o sea el pago del salario.
9. El
Orador Masón no debe olvidar jamás que la finalidad de su discurso es
transmitir conocimiento y ayudar al aprendizaje de todo, es decir se trata de
persuadir para aprender y compartir.
10. Por último, el Orador Masón debe tener
claro que un discurso en su verdadera acepción no debe ser leído en tribuna,
sino más bien expresado de la manera más fluida que sea posible para el Orador,
de modo que el arte de la oratoria y de la retórica usen de la memoria para
alcanzar el desarrollo del propio pensamiento y el de los demás.
El
ejercicio de las facultades mentales, que el masón aprendió en el grado de compañero,
requiere de una disciplina que vaya más allá de estructurar correctamente sus
ideas lo cual tiene una importancia en si que reconocemos y destacamos, pero
que en nuestra opinión va en segundo plano siguiendo los pasos de la ética, o
sea, de la moral masónica.
La
disciplina del pensamiento bien estructurado y sin contradicciones, es una meta
a la que debe aspirar el Orador masónico. La lógica nos aporta coherencia y
claridad de ideas, así como también la capacidad de ser concretos y precisos en
el mensaje que deseamos trasmitir, pero, aunque esto es deseable, es difícil de
alcanzar bien sea por factores naturales o por una falta de adiestramiento
adecuado.
Como
primer paso el Orador masónico debe eliminar dentro de si y debilitar, todos
aquellos prejuicios, etiquetas negativas y sentimientos y percepciones auto
degradantes, que solo menoscaban la autoestima y afianzan en nuestra mente
expresiones tales como “yo no sé nada”, “yo no puedo hacer nada, “yo no me
merezco esto o aquello”, “somos pobres o incapaces de”, “no vale la pena
intentarlo”, etc. El estado necesario para ejercer la palabra es aprender la
gestión positiva de nuestras emociones y siempre afianzar en nuestra mente la
frase “yo puedo”.
A
continuación, el siguiente paso en nuestra marcha para el aprendizaje del arte
y ciencia de la palabra del Orador masónico, es el cultivo de la lectura
profunda, critica y reflexiva, o sea, la consulta constante de diversas obras
sobre los temas que sean de nuestro agrado e interés en la mira de ir
aprendiendo cada vez más e ilustrando nuestro intelecto y alma. En este
apartado coincidimos con el ilustre y poderoso hermano Bruna Nagel Vallejo,
quien en su Enciclopedia de la Masonería Universal[i], analiza como la lectura
es parte importante del pensar bien de todo Tribuno u Orador masónico, en donde
también recomienda una lectura amplia que abarque todo genero literario,
descartando modas y programas de televisión cuyo fin solo sea la diversión y el
apartarnos de la realidad.
La
labor del Orador masónico requiere también de un aislamiento reflexivo, que le
permita liberarse de los estímulos externos a su mente y concentrarse en su
propia reflexión sobre un tema, dada la magnitud de este esfuerzo y para no
permitir la fuga u olvido de ideas, es recomendable que anote por escrito sus
pensamientos, distinga los argumentos y datos en pro y en contra y después
escriba un resumen a manera de conclusión, en donde sintetice la parte medular
de la propuesta de su discurso.
El
poder sobre nuestros pensamientos radica en gran parte en el percibir el
aquí y el ahora, significa tener una
lectura clara de los que sucede a nuestro alrededor sin permitir a lo exterior
romper nuestra objetividad y manipular nuestras emociones, disfrutar de todos
los momentos de la vida y aprender de todas las experiencias, sean estas
positivas o negativas, de tal forma que apliquemos nuestra reflexión a todo el
devenir de nuestra existencia de tal modo que genere saber, saber hacer y saber
ser.
En
seguida el cultivo de la lectura debe mantener presente que los libros son
nuestros aliados, pero que su lectura no debe ser dogmática, sino que a la par
de la lectura debemos esforzarnos en comprender el mensaje del autor, en
relación con la época en la que creo su obra, y al mismo tiempo ir generando un
juicio critico que genere un aprendizaje libre del dogmatismo y que brinde
libertad a nuestro pensamiento. El mensaje de todo autor puede llegar vetusto y
anacrónico en sus formas, pero cuando se trata de valores, virtudes y de la
verdad podemos encontrarnos con el hecho de que lo que es correcto persiste y
lo que es falso también lo hace, pero es puesto en entre dicho.
El
aumento de nuestro habito de lectura, implica un enriquecimiento de nuestro
vocabulario y hará más poderoso nuestro pensamiento sin olvidar que siempre
estaremos en búsqueda de libertad, inclusive más allá de nuestros propios
pensamientos. Con esto queremos decir que la búsqueda de libertad es un anhelo
del Orador masónico y compañero inseparable de la finalidad de aprender y
enseñar al mismo tiempo.
Todo
lo anterior tiene como meta el auxiliar a todos los masones para que inicien su
aprendizaje del arte y ciencia de la oratoria masónica, no solo como un cargo
de la Logia, sino también como un oficio permanente que todo masón debe
ejercer, porque es una actividad masónica en toda la extensión de su
naturaleza, o sea, aprender a enseñar y enseñar aprendiendo.
[i] Pág.74, Nagel, Vallejo, Bruno, Enciclopedia
de la Masonería Universal, Editorial Supremo Consejo de México, Tomo V,
México, 1998.
El
arte y ciencia del discurso masónico es una disciplina que no se limita a la
elocuencia, sino que, se apega más a la argumentación filosófica tanto por su
ética tanto por su lógica.
Todo
masón debe adiestrarse desde muy joven en cultivar el estudio y habito de la
lectura, para poder adiestrarse en la comunicación clara y concisa de sus
ideas, sin sacrificar la veracidad y autenticidad del mismo.
La
finalidad del Orador masón es sin duda difundir el conocimiento, esclarecer y
dejar claro la misión filantrópica de la ilustración masónica a toda la
humanidad sin distingo.
El
discurso masónico debe ser liberador, ilustrativo y no dogmático, debe
incentivar y afianzar en todos los masones no solo el deseo de aprender, sino
también, el sentimiento de que todos podemos aprender.
Fraternalmente.
M:.L:.O:.
Francisco J. Bocanegra Guzmán.
[1] Pág. 952, Frau, Abrines, Lorenzo y
Arús Rosendo, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Editorial del
Valle de México, Tomo II, México, 1976.
[1] Pág. 7, Umber, Santos, Luis, Manual
Ortodoxo del Orador Masón, Editorial Pax, México, 1988.
[1] Pág. 290, Mackey, G., Albert, Lexicón
de Masonería, Edición Digital, 1860.
[1] Opus cit. Pág. 955.
[1] Opus cit. Pág. 10.
[1] Opus cit. Pág. 956.
[1] Pág.74, Nagel, Vallejo, Bruno, Enciclopedia de la Masonería Universal, Editorial Supremo Consejo de México, Tomo V, México, 1998.