Respetable Logia Simbólica

Gustavo Campos Carpizo núm. 33

El Simbolismo Masónico a la Luz del Anticristo
El Simbolismo Masónico a la Luz del Anticristo

El presente ensayo propone una intersección audaz entre la filosofía de Friedrich Nietzsche y el simbolismo de la masonería, con especial énfasis en los textos clásicos de Albert G. Mackey y los temas del aprendizaje masónico. A través de un enfoque polémico, se examina cómo la masonería puede ser interpretada bajo la lupa nietzscheana, revelando no un camino hacia la moral tradicional, sino hacia una forma de trascendencia basada en el poder, la auto-creación y la voluntad superior. Con el misterio como eje central, este trabajo pretende despertar nuevas preguntas sobre el verdadero propósito de los símbolos, los rituales y la filosofía masónica, bajo la crítica radical Friedrich Nietzsche. Este análisis se estructura en cuatro partes: el simbolismo como lenguaje del poder, la doctrina secreta en el templo, la cámara de reflexión como umbral del ser y el gran secreto como alquimia existencial.

I. El simbolismo como lenguaje del poder

Desde sus orígenes, la masonería se ha caracterizado por el uso de símbolos como medio de enseñanza filosófica y espiritual. Albert G. Mackey (2007) sostiene que 'la Francmasonería es una ciencia, una filosofía, un sistema de doctrinas que se enseña de un modo peculiar por alegorías y símbolos' (p. 2). Esta afirmación revela una dimensión epistemológica: el símbolo masónico no es simplemente ornamental o ritual, sino un vehículo de conocimiento oculto. El uso de herramientas como la escuadra y el compás representa no solo la moral y la justicia, sino también la capacidad del iniciado de construir su propio destino.

Nietzsche, por otro lado, en su obra 'Más allá del bien y del mal' (2012), cuestiona la validez de la verdad absoluta y propone un pensamiento perspectivista. Para él, toda construcción de verdad está mediada por la voluntad de poder: 'la falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él; acaso sea en esto en lo que más extraño suene nuestro nuevo lenguaje' (Nietzsche, 2012, p. 12). Desde esta óptica, el simbolismo masónico puede entenderse no como una forma de preservar la moral, sino como un lenguaje de empoderamiento, una forma de codificar la voluntad de superación en el individuo.


Así, mientras la moral tradicional busca establecer normas, la masonería propone un lenguaje en clave para acceder a una forma superior de conciencia. Esta relación encuentra eco en el concepto nietzscheano del 'Übermensch' o superhombre: aquel que trasciende las limitaciones morales impuestas por la tradición religiosa y social.

II. El Anticristo en el templo

Nietzsche arremete contra el cristianismo en 'El Anticristo', criticando su exaltación de la debilidad y la compasión como antítesis de la vida. En contraste, la masonería presenta una imagen del individuo que busca su perfección espiritual a través de la razón, la disciplina y el simbolismo. Sin embargo, esta búsqueda no es pública ni proselitista; está velada por la discreción y el secreto iniciático.

A este respecto, Nietzsche (2010) afirma: 'El cristianismo tomó partido por todo lo que es débil, humilde, fracasado; hizo un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte' (p. 4). Esta crítica puede verse como una denuncia contra toda doctrina que inhibe la voluntad de poder. ¿Pero qué ocurre si la masonería, en lugar de ser una doctrina herética como algunos suponen, es más bien una doctrina secreta disfrazada de virtud?

Bajo esta nueva luz, la masonería se presenta no como una religión, sino como una escuela filosófica esotérica, donde se ocultan enseñanzas que desafían las estructuras morales heredadas. El mandil blanco no es símbolo de pureza moral sino de ocultamiento; el templo no es casa de adoración, sino un laboratorio del alma. En este contexto, el iniciado masón podría ser interpretado como un proto-anticristo: no en el sentido destructivo, sino en su negación de la moral cristiana y en su afirmación de una nueva forma de existencia.


Este punto se refuerza en la afirmación de Nietzsche (2010): 'La compasión es la práctica del nihilismo' (p. 7). La masonería, al mantener su doctrina alejada del sentimentalismo religioso y concentrarse en la construcción del individuo, se aproxima más al pensamiento nietzscheano de lo que muchos estarían dispuestos a admitir.

III. La Cámara de Reflexión: Umbral del Ser

Uno de los momentos más significativos en el proceso iniciático masónico es la entrada a la Cámara de Reflexión. Este espacio, decorado con símbolos de muerte, oscuridad y tránsito, representa la necesidad de morir simbólicamente al mundo profano para renacer a una nueva conciencia. El simbolismo aquí no es menor: se trata de una caverna, un útero filosófico donde el hombre común debe confrontar la fugacidad de su existencia y la fragilidad de sus certezas.

Terrones y García (s.f.) describen este espacio como 'una pequeña cueva, Bóveda o Saloncito totalmente pintado de NEGRO... su aspecto Fúnebre tiene por objeto, dar la impresión de todo aquello que nos resulta INCOMPRENSIBLE, de lo que consideramos como IMPONDERABLE' (p. 9). El iniciado es instado a escribir su testamento simbólico, respondiendo a preguntas sobre su deber hacia Dios, sus semejantes y hacia sí mismo. Pero lo más importante es que se le obliga a enfrentar su miedo a la nada.

En paralelo, Nietzsche no propone una iniciación, sino una confrontación directa con el abismo. En 'Más allá del bien y del mal', él expone que la voluntad de verdad no es necesariamente superior a la voluntad de ilusión o de ignorancia. La Cámara de Reflexión puede entonces reinterpretarse como un espacio nietzscheano: allí se suspende la moral tradicional para confrontar lo que verdaderamente somos, sin los velos del lenguaje moral.

Nietzsche (2012) se pregunta: '¿por qué no, más bien, la no-verdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia?' (p. 10). Estas preguntas resuenan con fuerza dentro de la Cámara de Reflexión, pues no se trata de aceptar una nueva verdad revelada, sino de despojarse de toda certeza para reconstruirse desde la duda. El iniciado no busca una nueva religión; busca, como Nietzsche, una nueva forma de afirmación personal en el caos.

IV. El Gran Secreto: Alquimia Existencial

Mucho se ha hablado sobre el supuesto secreto central de la masonería. Para algunos, es el conocimiento oculto de una divinidad. Para otros, un simple legado histórico. Pero desde una lectura nietzscheana, el verdadero secreto no está fuera, sino dentro del propio iniciado: la capacidad de transmutarse en una nueva forma de ser.

Albert Mackey (2007) argumenta que la filosofía masónica enseña principalmente dos dogmas: 'la unidad de Dios y la inmortalidad del alma' (p. 3). Pero si este conocimiento es realmente simbólico, entonces también puede reinterpretarse como una alegoría de la unidad interior del sujeto y su capacidad de trascender la muerte simbólica. Nietzsche, en cambio, no necesita la inmortalidad del alma. Él propone al superhombre como respuesta a la finitud humana. La inmortalidad, para él, es la creación de valores nuevos, no la perpetuación de los antiguos.

Nietzsche (2010) afirma que 'todos los valores en que hoy la humanidad sintetiza sus más altos deseos son valores de decadencia' (p. 5). Por lo tanto, el gran secreto masónico puede ser visto como un catalizador para abandonar esos valores, y no como un fin en sí mismo. El iniciado masón no descubre un dogma, sino que se enfrenta a la posibilidad de ser arquitecto de su propio sistema de valores. Este es el verdadero trabajo de la piedra bruta: cincelar no sólo lo externo, sino lo interno.


Como afirma Mackey (2007), 'la ceremonia no es sustancia, sino la vestidura externa con que ella se cubre' (p. 2). Esta frase, reinterpretada con Nietzsche, implica que el contenido real de la masonería es dinámico, cambiante, una voluntad en constante pulso contra el conformismo espiritual. La iniciación no es otra cosa que una alquimia de la voluntad.

Conclusión

La masonería y Nietzsche parecen, en la superficie, pertenecer a dominios opuestos: una institución simbólica, estructurada y jerárquica; el otro, un pensador caótico, radical y solitario. Pero ambos comparten un núcleo: el rechazo a las verdades impuestas, la exaltación del individuo, y la construcción simbólica del ser. El templo masónico y la filosofía de Nietzsche no prometen redención, sino transformación. No ofrecen paz, sino poder.

Este ensayo ha explorado cómo el simbolismo masónico puede ser leído a través del prisma del pensamiento nietzscheano, revelando una doctrina secreta que no apunta a la virtud tradicional, sino a la autoafirmación de un nuevo tipo humano. Desde el símbolo al secreto, de la cámara al abismo, de la ceremonia al devenir, todo en la masonería puede ser reinterpretado como un camino no hacia Dios, sino hacia el Superhombre.

V:.H:. Juan Carlos de León Pérez

Referencias

Mackey, A. G. (2007). *Simbolismo francmasónico*. Editorial Digital.
Nietzsche, F. (2010). *El Anticristo*. Biblioteca Digital ILCE.
Nietzsche, F. (2012). *Más allá del bien y del mal*. Ediciones La Cueva.
Terrones Benítez, A., & García, A. L. (s.f.). *33 temas del aprendiz masón*. Logia Fénix 13.