Respetable Logia Simbólica

Gustavo Campos Carpizo núm. 33

La curiosidad principio para el iniciado
La curiosidad principio para el iniciado

La curiosidad ha sido, desde tiempos inmemoriales, el motor que impulsa la búsqueda del conocimiento. Desde que el ser humano levantó la mirada hacia el cielo o se preguntó por el sentido de su existencia, ha nacido en él una llama interior que lo impulsa a descubrir, experimentar y aprender. En la ciencia, esta inquietud ha permitido romper paradigmas y avanzar hacia nuevas fronteras del saber. En la masonería, la curiosidad no solo es tolerada, sino que está elevada a la categoría de virtud esencial. Para el iniciado, representa la puerta de entrada a un universo simbólico, filosófico y moral donde el perfeccionamiento personal y colectivo es el ideal supremo.

El sendero del conocimiento, tanto en la Ciencia como en la Masonería, comienza con un toque tímido en la puerta del templo interior: la Curiosidad. No es casual que el iniciado, antes de cruzar el umbral, sea movido por ese impulso misterioso de saber lo que se oculta tras los velos del simbolismo y del rito. En la Masonería, como en la Ciencia, el profano que busca la Luz no debe ser visto con sospecha, sino con esperanza, pues su búsqueda representa el primer paso hacia la Verdad.

El Vademécum del Aprendiz nos enseña que la curiosidad es una fuerza vital que impulsa al hombre a interrogarse sobre su origen, su propósito y su destino. Quien se adentra en los misterios del templo no lo hace solo por una inquietud intelectual, sino por un llamado del alma, que lo impele a alzar su mirada al Oriente, donde la Sabiduría, la Fuerza y ​​la Belleza sostienen la obra universal. En el lenguaje simbólico, esta curiosidad es el Cincel que, guiado por la Mano de la Voluntad y sostenido por el Martillo del Esfuerzo, comienza a modelar la Piedra Bruta.

Como señala el Maestro Lipton en La biología de la creenciase a, incluso en el laboratorio de la ciencia, la curiosidad ha sido el fuego alquímico que ha transmutado certezas rígidas en nuevas comprensiones. El sabio que se atreve a mirar más allá de lo aparente, a cuestionar el dogma y abrazar lo invisible, no está lejos del masón que, en el silencio de su trabajo interior, descubre que la Luz no viene del exterior, sino que se revela a quienes purifican su Templo mediante el estudio, la duda metódica y la práctica de la virtud.

En este sentido, el masón no se conforme con ver el símbolo: lo interroga, lo interioriza y lo convierte en piedra angular de su edificación moral. La curiosidad bien dirigida se transforma así en un Compás, que delimita con exactitud los contornos de su conducta; y en una Regla, que lo guía en su vida profana con rectitud. El Aprendiz que no pierde la inquietud de saber se convierte, con el tiempo y la constancia, en Obrero capaz de construir sobre sólidos cimientos su templo interior.

El paso hacia lo desconocido no es temerario si es iluminado por la Luz de la Razón, templado por la Fuerza del Espíritu, y elevado por el Amor a la Verdad. Así, la curiosidad no es capricho ni ligereza; es impulso sagrado, chispa divina que conecta al hombre con su más alta posibilidad: la de conocerse a sí mismo y, en ese acto, conocer al GADU:. y los misterios del Universo.

Conclusión

La Curiosidad, como principio activo del espíritu, no es solo una chispa fugaz que enciende el deseo de saber, sino una llama constante que, si se mantiene alimentada con disciplina, estudio y reflexión, ilumina el sendero hacia la Verdad. En el arte real de la Masonería, esta inquietud inicial es reconocida y cultivada, porque en ella reside la semilla del perfeccionamiento personal. No es casual que se pregunte al iniciado si viene "por propia voluntad, libre y sin coacción", pues solo quien ha sentido el llamado interior de la búsqueda puede emprender el viaje iniciado con sinceridad.

En este camino, el Aprendiz descubre que la curiosidad no es simplemente el deseo de acumular conocimientos, sino la disposición permanente a observar, interrogar y transformar la realidad desde los principios del Rito. Es aquí donde se revela su íntima relación con los deberes masónicos, pues el deseo de saber debe estar siempre orientado por la ética, la virtud y el amor al prójimo.

Entre los deberes del masón está el de buscar la verdad, trabajar en su perfeccionamiento moral y espiritual , servir a sus semejantes , y honrar al Gran Arquitecto del Universo . La curiosidad, bien encauzada, se convierte entonces en la herramienta que permite cumplir esos deberes: es el impulso que lleva a estudiar los símbolos, a profundizar en las enseñanzas del Templo, a elevar el pensamiento ya transformar la acción.

El masón curioso, pero disciplinado, es aquel que pregunta para comprender, estudia para servir y reflexiona para construir. Su curiosidad lo lleva a confrontar la ignorancia, tanto la propia como la del entorno, pero no con soberbia, sino con humildad operativa. Reconoce que el conocimiento sin virtud es vano, y que la luz recibida debe compartirse con prudencia y fraternidad.

Así, la curiosidad no solo es el principio de la Ciencia, sino también la antesala de la Sabiduría. No es un fin en sí misma, sino un medio para elevar el alma hacia la Luz. Por ello, el verdadero masón la cultiva como una virtud activa, que lo impulsa a ser mejor cada día, a conocer más para servir mejor, ya no cesar jamás en su búsqueda del conocimiento que edifica y del bien que ennoblece.

Porque, como nos enseña el Templo, el hombre que no busca, no encuentra; y el que no pregunta, no aprende. Pero aquel que une la curiosidad con el compromiso, y el conocimiento con la virtud, ese ha comenzado verdaderamente a caminar hacia la Sabiduría.

¡ES CUANTO!

V:. H:. JUAN CARLOS DE LEÓN PÉREZ

Referencias:

  • VADEMECUM DEL APRENDIZ, MIGUEL ANGEL MAYORAL
  • LA BIOLOGÍA DE LA CREENCIA, BRUCE H. LIPTON
  • LITURGIA UNICA DEL GRADO DE APRENDIZ GR:OR:. DE TABASCO